¿Te quedas a dormir?

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Ayer hablaba con amigos sobre este tema y me resultó muy interesante porque tienen unos años menos que yo y su perspectiva sobre las relaciones afectivas/sexuales es muy diferente. Yo estoy acostumbrada a una relación larga y estable, donde no se discute la premisa básica: “nos queremos” y te puedes ocupar de otras cosas. Por eso se me olvidaba que antes de llegar a este punto hay que pasar un duro y árido camino de búsqueda, hallazgo, entendimiento, ensayo, aciertos, errores y técnicas para identificar, conocer, probar y elegir al otro.

Reconozco que aún no sé si la diferencia de perspectiva es por la edad, por mi biografía o por la forma de ser de cada uno, pero desde luego que tratándose de un tema de comunicación (interpersonal, emocional) me atrae especialmente porque encierra un análisis complejo sobre un mundo al que no estoy habituada.

Resulta que en el contexto de un 'mercado' emocional libre, en el que hombres y mujeres experimentan con una supuesta 'libertad' sus capacidades de sentir, coquetear, disfrutar, intercambiar, copular, o enamorarse , aparece por encima de todos ellos una necesidad mucho más fuerte que cualquiera de estos impulsos 'naturales' y 'libres':  la necesidad de demostrar independencia emocional.

A mí lo primero que me viene a la mente es la aparente contradicción del fenómeno en sí: si independencia consiste en sentir lo que te dé la gana sin que te condicione otra persona... ¿Por qué para demostrar esta independencia hay que poner tanto esfuerzo en codificar un mensaje en clave para que el otro lo entienda? Es decir, ¿por qué lo importante no es lo que tú sientes, sino la interpretación que hace de ello el otro?

Los símbolos encierran mensajes que no se formulan de manera unívoca, sino que se 'empaquetan', se 'embalan' y se disfrazan para que pasen desapercibidos. Por tanto, solo son símbolos si a pesar de este envoltorio se pueden  identificar y comprender. Para ello los interlocutores deben compartir el mismo código (deben entender el símbolo por igual) lo cual supone que al código común que todos compartimos (el lenguaje) ahora le añadimos otro código mas, el símbolo y su significado. Lo cual refuerza la elaboración y complejidad del mensaje, que deja de parecerse en absoluto a nada espontáneo e inconsecuente, dado que tiene dos codificaciones… dos ‘acuerdos’ para entenderse. Dos niveles de ‘dependencia’ semántica y contextual.



Primera contrariedad por tanto: ¿resulta entonces que para defender nuestra gran independencia emocional hemos tenido que pasar por una dependencia no de uno, sino de DOS códigos compartidos?

Curioso, cuanto menos. Porque para mí la independencia está relacionada con lo contrario: no dar explicaciones, no preocuparme de lo que interpretan otros sobre mí.

Así que, en los detalles de esta conversación, me he ido encontrando con personas 'libres' e 'independientes' que basan su lenguaje afectivo en lanzar señales continuas al contrario para que en  su disfrute del momento, no  se equivoque y  perciba falsos matices de enamoramiento, 'enganche', ilusión, cariño o interés. Ya que eso sería… ¿¿dependiente??

Bueno, yo si siento algo, lo siento, sin más. Y eso forma parte de mi independencia. Mis sentimientos son míos y soy capaz de gestionarlos solita. Si me enamoro y no es la persona adecuada, sé gestionar mi alejamiento. Si me entusiasmo y no soy correspondida, soy capaz de recoger velas y no agobiarme por ello. Son las reglas de un juego en el que si participo sé que puedo ganar o perder. No me supone una situación tan ingobernable que tenga que establecer de antemano mecanismos de defensa previa, a modo de vacuna, con la que perder energía, tiempo y neuronas en diseñar símbolos que actúen como un cartel luminoso en el que digo: “no me quiero comprometer” (y lo digo antes de que me pregunten, si quiera). Normalmente cuando veo a alguien tan preocupado por protegerse o huir de lo que aún no ha pasado me viene a la cabeza cualquier definición menos ‘independiente’. Pienso en alguien asustado, prevenido, herido, inseguro… Y, desde luego, más preocupado del otro que de sí mismo. Por lo tanto, claramente dependiente.


Por este motivo, hablando de estos ‘símbolos’ que todos parecían entender y comprender, pero a mí me sonaban a jeroglíficos, me explicaron que hay cosas que hay que evitar para no dar la señal equivocada. Me gustó especialmente un ejemplo que consideraban ‘clarísimo’ y que yo recibí como a quien le hablan de la vida en Marte: quedarse a dormir con alguien con quien se ha tenido sexo es señal de implicación y dependencia (¡vaya! Yo pensé que era señal de cansancio y una forma sencilla de quedarse feliz y plácido después de algo tan relajante).

Resulta, por tanto,  que la independencia toma la forma de un imperativo interior que te obliga a ponerte en pie a las tantas de la mañana, vestirte, recoger tus cosas, caminar hacia la puerta, coger tu coche o un taxi, regresar a tu casa y dormir en tu cama horas después de cuando realmente te habría apetecido hacerlo, pero con la tranquilidad de que sí, has marcado tu terreno. Ni el teniente más severo obligaría a su soldado a hacer algo así. Pero nosotros, si somos independientes y no queremos que se ‘pille’ alguien con nosotros debemos actuar de este modo. ¿¿Esto es independencia??

Por eso resulta que yo lo veo al revés:  si soy independiente te invitare a quedarte a  pasar la noche tras una noche estupenda porque así podré dormir tras el último instante del disfrute, sin pensar en ti, en acompañarte a la puerta, en esperar a que te vayas, a que recojas tus cosas… y si tú eres independiente podrás aceptar mi propuesta sin medir qué significa el gesto de aceptar, porque no significará más que el hecho de que estamos cansados (y eso es buena señal… muy buena J). Tampoco tendrás que dar explicaciones a nadie en tu casa porque no habrá una madre, una esposa, una hermana o un gato al que atender.

Serás tan independiente que podrás decidir quedarte dormido donde quieras, como quieres y con quien en este momento te apetece, después de tu último orgasmo, con una franca sonrisa en la cara que solo dice ‘mañana será otro día’.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uy... aquel "hola" era una prueba! Bueno, soy Caótica y no sé que le pasa a bloguer ultimamente que no me deja comentar con mi cuenta.

He descubierto tu blog por Intersexciones, y he de decirte que, de momento, promete! Me pasaré mucho por aqui, seguro.

La verdad que me he quedado ojiplática con la regla esa que tus amigos se han sacado de la manga y que parecen todos tener tan claro. En los ocho años que he estado en el mercado, nunca había escuchado, ni percibido, una gilipollez semejante. Bueno, también es cierto que practicamente siempre me he traido los ligues a mi casa, y ahora que recuerdo alguno se marchó al terminar porque, "se tenía que ir". Yo me quedaba durmiendo tan ricamente, y ni me he parado a pensar que eso debía ser así para no dar señales de implicación emocional.

Tua amigos están atontaos. Echan un polvito, y luego se van corriendo, cansados, relajados, a coger frio en la calle, a saber a que horas, y perdiéndose el polvito mañanero que casi siempre cae.

Los que han compartido sexo conmigo en mi casa, se han ido hasta desayunados. Yo funciono así, y quien entra en mi casa es bien tratado. Me da igual si eso significa H o significa B.

La gente se está volviendo un poquito loca.

Miss Thirty dijo...

Gracias, Caótica.
yo estoy de acuerdo contigo. y esa regla no la comparto. sobre todo porque tener una 'norma universal' que presupone que las cosas tienen significados añadidos, añade demasiada complicación innecesaria. teniendo el lenguaje clarito de las palabras... los símbolos los dejo para recrearme o para temas más apropiados.

espero seguir sabiendo de ti.
besines

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